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Vuela Ave, Vuela 

Siempre he creído que mi alma y mi ser han nacido para ser y morir libres; sin embargo, una y otra vez, un muro se ha interpuesto frente a mí. Soy como esas aves en la ciudad, aquellas que no conocen las propiedades de los vidrios, las cuales creen que al volar son libres para recorrer la ciudad; pasear por todo el territorio como normalmente lo harían, pero existe un punto en el que topan con un muro “invisible”. Andan por el aire a su propia velocidad, felices o infelices, y como siempre, hacen su rutina creyendo que todo será de esa misma forma siempre, hasta que chocan con esa fuerza misteriosa que los hace retroceder o, peor aún, caer.

Emprendo mi camino desde la roca en la que me encuentro, voy elevándome poco a poco, me dejo llevar por el viento y sigo su mismo camino; saboreo la vida, el cielo azul y ese aire tan limpio y fresco que me vuelve la vitalidad; mi velocidad aumenta al paso de los segundos y entre más rápido voy más saboreo la libertad en la que me encuentro. Pongo mi vista en mi meta, aquello que anhelo, eso que tanto he querido; estoy a punto de alcanzarlo, llegar a ella y disfrutarla, pero cuando menos lo espero, algo me hace chocar y me tira con mucha facilidad, haciéndome regresar a la tierra, aquel lugar en el que alguna vez estuve y siempre rechacé. Inconsciente caigo a gran velocidad, a punto de estrellar mi cabeza contra el suelo… entonces lo comprendo todo: la libertad para mí no existe. Despierto unos segundos antes de impactar contra el duro pavimento, evitando que mi cabeza explote en el cemento que ha contenido a la madre tierra y ha desplazado a la naturaleza. Revoloteo tratando de elevarme nuevamente, pero sólo consigo bajar la velocidad a mi caída. Con un fuerte golpe pongo mis patas sobre la tierra de los humanos, ese pedazo de roca caliente y dura que tanto odio. Cuando me doy cuenta de lo que ha pasado miro hacia arriba y me percato del peligro en el que me encuentro, cientos de personas caminando sin preocuparse si el camino por el que transcurren es el correcto o si alguien se encuentra en peligro abajo; ese lugar donde a ninguno de ellos les gustaría estar. Brinco de un lugar a otro, evitando las fuertes pisadas de cada uno de ellos, de esos monstruos que en cualquier momento podrían aplastarme, y quienes, sin importarles el daño que han hecho, sólo sacudirían la sangre, dejando mi cuerpo en ese mismo lugar en el que moriría; esperando a pudrirse o ser comido por un animal salvaje.

Pienso ¿cómo podría salvarme de tan cruel final? ¿cómo evitar el morir de una manera tan sanguinaria y malvada? Entonces veo mis alas, intento emprender mi vuelo una vez más y trato de escapar de tan despiadado sitio. Fijo mi mirada al infinito azul del cielo y doy un gran salto para elevarme mientras muevo mis pequeñas pero poderosas alas. Pero esperen… una de ellas se ha roto. El dolor apenas comienza a presenciarse en mi ala derecha, al intentar volar he despertado una agonizante molestia que nuevamente me ha hecho desplomar, y ésta vez sin haberme despegado un centímetro del suelo. Con mi ala izquierda sujeto y aprieto la herida que me he hecho gracias a ese muro invisible con el que colisioné. Observo a mi alrededor y busco un escondite alejado de los humanos, un escondite donde nadie podrá hacerme daño. Giro mi cabeza a la derecha y encuentro una pequeña caja de madera abandonada cerca de un muro metálico, tal parece que no le pertenece a nadie.

He decidido habitar en ella hasta que mi ala se recupere… si es que un día lo hace. Los ruidos de este lugar son espantosos, siempre hay humanos gritando o corriendo; sonidos chillantes y fuertes, perros ladrando diario, incluso el viento, esa maravilla que siempre había hecho música para mis oídos, en este lugar reproduce los peores gemidos que un día pude haber percibido. Extraño volar, aunque nunca lo haya hecho en realidad, pues aquella vez en la que caí salvajemente, fue mi primer intento. Sigo esperando a que mi ala se recupere, salgo a buscar comida diariamente, esperando no ser la comida de algo más, o que alguno de esos humanos me asesine en el intento de sobrevivir. Levanto mi cabeza y pongo atención al cielo, cierro los ojos y siento el aire en mi pico, siendo ese momento en el que juro y me prometo que un día volveré a reinar aquel azul hermoso…

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