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Foto del escritorLAMBDA Grupo Juvenil

Cofre

SOÑANDO


-Sí, acepto- Fueron mis palabras mientras mi rostro mostraba una sonrisa que se volvía cada segundo más grande. Detenido ahí, en lo que era el centro del universo para mí, frente a un hombre muy guapo que me miraba a los ojos y me sonreía de igual forma que como yo lo hacía. Sujetó mi mano izquierda y lentamente me puso el anillo en mi dedo anular, mientras tanto, tras nosotros, decenas de personas, entre quienes estaban nuestras familias, amigos y conocidos, nos prestaban atención cómodamente en dos hileras de bancas y sillas de madera, el momento era especial, algo más allá que el sólo considerarlo un momento mágico.


De pronto era mi turno, tomé su mano con delicadeza, la puse a la altura de mi pecho y con mucho temblor, por mis emociones, le coloqué el anillo de plata en su dedo, mientras le decía: Yo, Manuel Santillán López, me siento completamente feliz de haberte conocido. Soy dichoso de estar a tu lado y que me permitas el construir una vida junto contigo en este día tan especial. Gracias por permitirme compartir tantos momentos a tu lado y por ayudarme a mostrar la alegría que siento al estar contigo, con mi familia y amigos. Que todos ellos sepan cuántas sonrisas eres capaz de pintarte en mi rostro. Por ello y miles de cosas más, hoy, en este día, te prometo, Carlos Martínez Robledo, serte fiel, cuidar de ti en la salud y la enfermedad, ser tu amigo, tu hermano y tu confidente. Prometo estar ahí para ti y por ti cada hora, de cada día que sea necesario y si por alguna razón te llego a fallar con las palabras que ahora te dedico, sólo ten seguro que por sobre todas las cosas, en verdad yo te amo.


Nos dedicamos una sonrisa mutua y mientras una persona comenzaba a decir: El novio puede besar al novio, nosotros ya nos habíamos adelantado. Lo hicimos de una manera tan apasionada, que por un momento olvidamos que no éramos los únicos en aquel jardín lleno de flores y arreglos de color blanco.


Llegó la hora de abrir la pista con nuestro primer baile como esposos, en medio de toda la gente y a mitad del jardín de lo que sería nuestro nuevo hogar; la canción "Who we are" de Ryan Calhoun. Todo era tan bello, me sentía flotando por el cielo, tomando el lugar de un ángel. Carlos me abrazaba y en momentos sujetaba mi barbilla y me daba un beso en la boca, luego me decía que me amaba y nunca me dejaría solo, siempre estaría a mi lado. Esas palabras resonaban en mi cabeza como el eco de un lugar muy amplio, botando de un lado a otro, y poco a poco se iban haciendo menos claras, al igual que la imagen frente a mí. De pronto todo se volvió borroso y quedé en un paisaje completamente negro, sólo yo, sin Carlos, sin mi familia; en la nada. Caí hincado, llorando y sin poder hacer nada más que gritar: ¡Carlos Te Amo!.



Todo parecía tan real, de verdad sentía a Carlos conmigo, al verlo ahí parado, frente a una de esas columnas de flores que nosotros mismos habíamos preparado para el día de nuestra boda; se veía realmente guapo vestido así, esperando a que yo llegara al altar, frente a todas esas personas que esperaban, como nosotros, el ansiado momento... su barba ¡Por Dios Santo su barba!, con esos ojos café tan hermosos que resaltaban gracias a su mirada tan imponente y a la vez tan cálida. Una mirada que cambiaba sólo conmigo; se volvía más delicada, como si todos los demás fuesen una pared que quisiera atravesar, destruyéndolas con la mirada y yo un jarrón frágil que le gustaría conservar por siempre.


Mientras pensaba en lo hermoso que fue soñarlo así, una lágrima se dejaba caer por mi mejilla derecha, y tras ella, otras más se hacían presentes. Miré a la ventana, la cual se encontraba al frente de mi cama, observé el cielo y le dediqué unas palabras: Estés donde estés, espero que seas feliz; he intentado vivir sin ti, pero cada día que pasa me es más difícil, te amo y te extraño tanto.


Aventé la cobija a un costado, una corriente de aire frío se esparció por mi cuerpo semidesnudo, comenzando por mi pecho, hasta terminar su trayectoria en mis pies. Me quedé un momento sentado en mi colchón mientras miraba una foto que había sobre mi buró. Era de un viaje que habíamos realizado Carlos y yo a Portugal 2 años atrás; una sonrisa inconscientemente se hizo presente en mi rostro, acaricié la foto con la yema de mis dedos, delicadamente, esperando que sintiera mi amor en esa piel que ahora sólo era de cartón; la puse en su lugar y me dirigí al baño para darme una ducha larga y muy caliente.



Después de unos minutos estando en la ducha, la puerta de mi baño se abrió.

  • ¿Están pelando pollos a caso? - dijo una voz muy familiar que me alegró el corazón.

  • Claro que sí. O ¿No es así como me dices? ¿No soy tu pollito? - respondí.

  • Pero por supuesto que eres mi pollito - respondió con un tono alegre - Pero... - siguió - No deberías tomártelo tan literal, además, no me quiero quedar sin mi pollito. Te quiero conmigo para siempre tontito ¿Qué haría yo, un simple hombre sin el amor de mi vida? - dijo mientras ponía un poco de espuma para afeitar en su mano izquierda.

  • No lo sé, eso tendrías qué saberlo tú mensito - contesté cariñosamente - ¿Qué haces corazón?

  • Ya me voy al trabajo, sólo me rasuro y listo. O ¿Quieres que me vaya todo feo a trabajar?

  • ¿Feo tú amor? ¡Por favor! - exclamé - Feo el vecino gruñón que tenemos. tú eres el hombre más guapo y sexi que conozco.

  • Eso lo dices porque no conoces a nadie más.

  • Obvio no menso... Oye amor, no te vayas aún, todavía es temprano. te prepararé el desayuno, mientras tanto... ¿Por qué no vienes aquí conmigo y te duchas un poco?

  • Ya me duché.

  • Otra vez no te haría daño. Anda ven - dije abriendo el cancel y asomándome por éste para observarlo - o al menos dame un beso - me recargué.

Carlos se volteó hacía a mí, limpiándose los restos de la espuma en su cara y me dio un beso muy fuerte, en ese momento lo sujeté de su corbata y lo jalé.

  • Oye no ¡espera! ¿Qué haces? - dijo en una expresión algo molesta.

  • Te traigo aquí, conmigo. Si no quieres por las buenas... será por las malas - guiñé un ojo.

  • No seas malo Manuel. Ya me tengo que ir - trataba de zafarse.

  • Aún te quedan 20 minutos, los mismos que podemos aprovechar - hice una mueca atrevida - Claro, sólo si tú quieres... ¿Vendrás por las buenas o te mojo la ropa?

  • Bueno, si me la pones así... - dijo mientras se apartaba para quitarse la ropa.

  • Eso quiero, pero no te dejas - dije con tono burlesco y pícaro.

  • No seas menso - contestó riéndose, arrebatándose al mismo tiempo la camisa, para después deshacerse de los pantalones y terminar con el bóxer en el suelo.

Carlos entró a la ducha conmigo. Rápido lo abracé por la cintura y puse mi cabeza en su pecho. Carlos se sobresaltó, pero no me dijo ni me preguntó nada, sólo puso sus brazos sobre mi espalda y me abrazó con fuerza; y aunque lo hubiese hecho yo no sabría qué responderle, por una muy extraña razón sentía que no debía soltarlo. Estuvimos algunos minutos así, mientras el agua caía sobre nosotros.

  • Oye amor - quebré el momento - ¿Irás hoy con tu familia? ¿Estás seguro de contarles lo de la boda?

  • Sí, hoy iré con ellos. Tenemos mucho que no nos vemos, y con esta noticia no sé cómo es que me van a recibir.

  • No tienes qué hacerlo. Sé que yo te convencí, pero creo que estaremos mejor así; tendremos el mejor día y yo me encargaré de eso.

  • Tengo qué ir. Ya no es sólo por ti... Lo hago por mí, quiero a mi familia ese día, así como estará la tuya... me gustaría sentir más apoyo.

  • ¿Quieres que te acompañe?

  • Preferiría que no. Sabes cómo se pondrían si te ven...

  • ¡Pero nos tendrán que ver! El día de nuestra boda - interrumpí.

  • Sí Manuel, pero con ellos hay que irse despacio. Tranquilo, no pasará nada malo ¿Está bien? Mejor, yo voy con ellos y tú vas con el grupo que quieres contratar para la boda ¿Sí?

  • Está bien - dije con voz de niño chiqueado - Pero sólo quiero que te cuides por favor - le dije mientras lo abrasaba más fuerte.

  • Tranquilo. Mejor dejemos de hablar de esas cosas y baja un poco la temperatura del agua, que me estoy quemando, recuerda que aquí el pollito eres tú, no yo.

Cerré un poco el agua caliente y de pronto las manos de Carlos se posaron en mi cintura y lentamente pasaron hacía mi abdomen, comenzando a acariciarme. Su cuerpo lo pegó con el mío; ambos desnudos, el agua recorriéndonos, sentí un calor inmenso y ya no era por la temperatura del agua que caía de la regadera. Nuestras piernas pegaban unas con las otras, su ingle tocaba con mis glúteos, mientras su abdomen y sus pectorales rozaban mi espalda. Comencé a sentir escalofríos, esa sensación hermosa al estar con la persona a la que amas. Puse mis manos sobre sus piernas mientras el peso de mi cuerpo se iba a mi cabeza y se recargaba en la pared; entonces él comenzó a besar mi cuello y poco a poco se pasó a mi boca. Me volteé y nuestros labios y lenguas se mezclaron en un mar de emociones, mientras nuestras manos exploraban nuestros cuerpos.


Sólo había tres tipos de ruido durante la ducha; nuestra respiración, el agua cayendo y las exclamaciones de satisfacción por ambos. Carlos cerró las llaves del agua y así, empapados, me cargó y me llevó a la cama. Me acostó como si fuese yo una flor delicada, me besó y después me volteó para comenzar a besar mi espalda. Despacio bajó y volvió a subir, teníamos poco tiempo así que le dije al oído: Hazme tuyo.



Terminé en mi cama de nuevo. Al despertar de ese recuerdo, mis ojos se volvieron a mojar y enrojecer. Ya no sabía si era por la imagen de Carlos en mi cabeza, o porque el recuerdo fue del último momento que pasé junto a él. De un momento a otro el llanto se apoderó de mí; me encontraba ahí, en mi cama, desnudo y con el llanto más doloroso; sujetando mi almohada para ahogar mis gritos y tratar de desaparecer el nombre de él. Me entró un instante de coraje, agarré la almohada y la aventé al tocador puesto a un costado de mi cama y grité: ¡¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste aquí solo?! Te quería aquí conmigo, para siempre mi amor. Terminé con la voz entre cortada.


El timbre sonó y rápido me limpié las lagrimas, me levanté y acomodé la almohada en su lugar. Busqué unos bóxer, pants y una playera; me vestí y bajé a atender a la puerta. Las escaleras se encontraban inmediatamente en frente de mi habitación, al terminar éstas, seguía la puerta del apartamento. Un lugar para solteros en realidad, pero muy amplio en el que podría caber una familia de hasta cuatro integrantes. A un costado de las escaleras, estaba la cocina, y el comedor enseguida. Al frente de las escaleras y costado derecho de la puerta, se encontraba una pequeña sala. En contra esquina de ésta, un medio baño, con el lavamanos fuera de él.


Bajé las escaleras y abrí la puerta; en el suelo se encontraba un paquete. Era una caja mediana, como del tamaño de una de televisión. Cogí la caja y la metí para ponerla sobre la mesa de mi sala. La analicé, trataba de descifrar qué podría contener dentro sin tener que abrirla y el timbre sonó nuevamente. Volteé a la puerta y fui a abrir. Antes, como es mi costumbre, pregunté de quién se trataba.

  • ¡Lorena! - contestó la persona detrás de la puerta - Ya abre tonto, no te pienso robar - dijo bromeando.

  • Humm qué mal, pensaba que por fin tendría acción - contesté mientras abría la puerta.

  • Nunca robaría a mi hermanito, eso sería asqueroso, además no eres mi tipo.

Lorena entró con algunas bolsas del mercado y las puso sobre la mesa, junto a la caja. Observó el paquete y volteó conmigo.

  • ¿No habías acabado de desempacar todas las cosas que se llevarían tú y Carlos a la otra casa? - preguntó apuntando al objeto.

  • Sí, hace ya dos semanas. Esa caja no es mía... Justo me la acaban de dejar afuera de la puerta, lo extraño es que no dice quién la manda, ni la dirección tiene - la miré a los ojos - ¿No viste a nadie bajar o salir?

  • No, no había nadie.

  • Extraño, justo acaba de estar aquí la persona que me lo dejó.

Lorena se apresuró a querer abrir el paquete. La detuve antes de que incluso lo tocara. No estaba seguro de querer saber lo que contenía, había algo que me decía que lo que hubiese dentro no era nada bueno, al menos no para mí. Y siendo sinceros, prefería no averiguarlo.

  • ¿Qué haces menso? ¿Qué no quieres saber lo que viene dentro de la caja? O ¿Sospechas que sea una bomba? - dijo lo último riéndose.

  • No es eso estúpida - le contesté de buena manera - Es sólo que... - Continué ya con seriedad - Siento que esta caja contiene algo que no me gustará.

  • No es más que una simple caja. Es más, la abro yo y puedo decirte lo que contiene ¿Te parece?

  • Está bien, pero con cuidado.

  • Sí, con eso de que te lo dejó un terrorista - dijo de forma sarcástica.

Lorena comenzó a abrir la caja mientras yo movía las bolsas que había traído consigo hacia el comedor; nuevamente eran cosas que mi madre y ella compraron para mí. Para ellas se volvió costumbre comprarme la despensa cada cierto tiempo desde que Carlos ya no estaba conmigo. En el momento en el que me encontraba sacando las cosas y acomodándolas sobre la mesa, Lorena volteó a verme, su mirada me congeló la sangre.

  • ¿Qué pasa? - pregunté un poco asustado.

  • Tenías razón, lo que viene aquí, en verdad te va a afectar... ¿Quieres saber?

  • No. Creo que prefiero quedarme con la duda, si es como dices, así estoy bien contesté nervioso.

  • Perdón hermanito, pero aunque te duela creo que debes verlo. Esto fue enviado para ti y sólo tú deberías ver todo esto.

Me acerqué lentamente a la caja y muy despacio me asomé hacia adentro. Al momento de ver el interior mis lagrimas se volvieron a derramar. Me sentí mareado y Lorena me sujetó para llevarme al sillón, me sentó y fue por un vaso con agua. Comencé con el llanto. Lorena se acercó con el agua y se disculpó por haber abierto la caja, a lo que respondí: No importa. Tarde o temprano debía ver lo que contenía la caja, así que sólo me ayudaste a dar el paso.


La caja contenía muchas cosas que pertenecieron a Calos; fotos, pequeños juguetes y decenas de cosas más que podrían parecer simple basura, pero que en realidad se habían convertido en un tesoro muy valioso para él. Había muchas fotos de él desde su niñez hasta su adolescencia, edad en la que sus padres supieron de su orientación sexual. Encontré algunas donde parecía tener no más de año y medio, en unas cuantas solo y otras abrazado o acompañado de su madre, su padre y sus hermanos. De pronto me di cuenta que veía toda su historia, pues me topé con otras más donde ya tenía una edad mayor, con algún paisaje al fondo o en alguno de los viajes familiares que realizaban. También encontré fotos en las que intentaron era muy evidente las marcas de los recortes para sacar de sus vidas la imagen de Carlos.


Entre todas las cosas que se encontraban en aquella caja; fotos, Juguetes y más, hubo algo en especial que me llamó mucho la atención; se trataba de un sobre cerrado. Lo peculiar en este objeto era su limpieza, pues a pesar de que todos los objetos se encontraban algo maltratados o un poco polvorientos, este sobre estaba completamente limpio, como si se hubiese colocado hace poco dentro de la caja.


No quería hacerlo en un principio, pero mis manos se condujeron, casi por sí solas, a sujetar ese sobre, abrirlo y sacar el papel dentro de él. Mi cuerpo entero comenzó a temblar, incluyendo mis manos que, en ese momento, no las podía controlar. Lorena observó cómo mi ansiedad se comenzaba a notar y mis emociones flotaban sobre mi cuerpo, por ello me arrancó la carta de entre mis dedos y fue ella quien la leyó por y para mí.

  • Estas son las cosas de Carlos, todas aquellas que él amaba. Sus pequeños juguetes adorados, con los cuales, de niño, no paraba de jugar. Las fotos de toda su vida y algunas cosas más. Estoy segura que querrás tenerlas contigo, por eso te las quiero entregar y porque sé que mi marido podría deshacerse de todo esto. Aún no le perdona lo que Carlos hizo y me temo que nunca lo hará. La última vez que vimos a Carlos estaba realmente emocionado por su boda, además tuve la oportunidad de que me contara un poco, sin haberle cuestionado, sobre su nueva casa. Me siento muy mal de haber tratado de esa forma a mi hijo. Desearía tener otra oportunidad y esta vez no fallarle, pero sabemos que la vida no es así, las personas siempre obtenemos lo que nos merecemos y por mi cobardía yo obtuve la pérdida de un hijo, algo que no es fácil de superar. Si te entrego todo esto es porque sé que Carlos así lo quiere y sé que sabrás cuidarlas, como has cuidado a mi hijo todo este tiempo. Te pido una disculpa por lo que causamos, sigo sin entender cómo en un momento su mirada se iluminaba al hablar de ti y al otro decidió irse sin decir más, es comprensible que lo haya hecho con nosotros, pero no contigo, por eso te debemos una gran disculpa que sé que nunca vamos a poder pagar, y si de algo estoy segura es que Carlos te seguirá amando a pesar de haberse ido de esta forma. Atte: María Robledo.

Después de que Lorena terminara de leer la carta, nos quedamos un momento en silencio. Agarré una foto de Carlos, se veía feliz, se encontraba frente a una casa muy bonita, construida de ladrillo, con plantas trepando por sus paredes; dos pisos, con un gran balcón en el segundo, donde se encontraba una mesa de jardín y algunas sillas. La casa era rodeada por muchos árboles, era como una casa de campo. Carlos abrazaba a sus dos hermanos mientras sonreía, tenía apenas 17 años en esa foto y me di cuenta que siempre fue la persona más carismática, bondadosa, amorosa y el hombre más guapo, por eso no entendía por qué de un momento a otro huyó de mi vida, sin importarle nada más.

  • ¿Cómo es posible que alguien le haga esto a su propia familia? - dijo Lorena mientras sostenía aún la carta y yo la foto - Prácticamente lo orillaron a que Carlos tomara esa decisión. Creo que se sintió atrapado por la basura de familia que... - Lorena se interrumpió a sí misma y observó dentro de la caja.

  • ¿Qué pasa? - le pregunté colocando la foto que tenía en mis manos, sobre la mesa.

Lorena metió la mano a la caja y de ella sacó un pequeño cofre de madera, era pequeño, algo al estilo de un alhajero. En la tapa se podía leer una inscripción con el nombre de Carlos. Estaba cerrado por un pequeño candado. Nos pusimos a buscar la llave del candadito por toda la caja, vaciando las cosas sobre la mesa hasta encontrarla. Cuando por fin tuve la llave y el cofre en mis manos, me puse a pensar en si era buena idea o no el que lo abriera. Lorena me dijo que estaría mejor así cerrado, por el momento. Le hice caso, subí a mi cuarto y dejé el cofre en mi tocador junto a la llave. Bajé nuevamente y Lorena ya comenzaba a mover las cosas de mi cocina para preparar el almuerzo de ambos. Bajando las escaleras volteé hacía la sala, pero preferí irme directo a la mesa de la cocina y dejar todo de lado, al menos por el momento.



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